defensas

DEFENSAS

El miedo a afirmarnos nos protege de nuestra individualidad, de la posibilidad de descubrir quiénes somos y qué necesitamos. El miedo a afirmarnos está ocultando toda nuestra potencialidad como individuos y surge como consecuencia de la ausencia de fe en nuestro poder personal y en nuestra capacidad para impulsarnos como seres autónomos. Defendernos de nuestro yo genera rabia y mucha frustración.

El miedo a la muerte pretende alejarnos de lo desconocido y de todo aquello que se escapa al control de nuestra mente inferior, nos impide fluir y confiar. El miedo a la muerte es nuestra forma de defendernos de lo inevitable, es nuestra manera de negarnos la posibilidad de creer en lo que está más allá de lo que nuestros ojos pueden ver. El miedo a la muerte nos exige que aprendamos a aceptar que nada permanece, que todo está en constante transformación. El miedo a la muerte nos enseña a encontrar seguridad en la entrega y en la ausencia de control.

El miedo a recibir me dice que no te sientes digno, que no te crees capaz. El miedo a recibir nos defiende de la inocencia y del merecimiento, nos invita a creer que no tenemos derecho. El miedo a recibir esconde culpa, juicio y ausencia de dignidad. Si te asusta recibir, ese miedo es una confirmación de que lo que más necesitas es abrir tu corazón y permitir.

El miedo al fracaso nos incita a no actuar y a no accionar. El miedo al fracaso nos defiende del poder que se esconde en la experimentación y en la equivocación. Es la consecuencia de una autoexigencia desmedida y de una gran falta de amor. El miedo al fracaso se sana cuando reconocemos que lo que para el ego es un error, para el alma es una oportunidad.

El miedo al rechazo me obliga a ponerme trajes, a generar sombras y a ocultar partes de mí. El miedo al rechazo me lleva a prostituirme y a ser solo lo que los demás esperan de mí. La ausencia profunda de reconocimiento y de contacto con quien yo soy, me lleva a defenderme de mi mismo. El miedo al rechazo es la forma que tengo de gritar: “tal y como soy, no soy válido”.

El miedo a la vida oculta una inseguridad muy profunda, es esa memoria uterina que nos invita a regresar constantemente a nuestra zona de seguridad. El miedo a la vida nos impide experimentar, avanzar, transformarnos y descubrir que, de verdad, podemos relajarnos y caminar. El miedo a la vida aniquila cualquier posibilidad de que regresemos al amor, nos defiende de lo único que es nuestro verdadero propósito y nuestra mayor obligación: vivir.

El miedo busca defendernos, protegernos de algo que el ego considera potencialmente peligroso. El miedo es un importante indicador de lo que debemos sanar en nuestro interior. Mi mayor miedo siempre fue el de no ser capaz, sanarlo me llevó a descubrir mi potencial.

¿Cuál es tu mayor miedo? ¿Qué crees que necesitas sanar?

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Ahmed Rizkhaan

Photo by Ahmed Rizkhaan

DEFENDERSE

DEFENDERSE

Porque es otoño y la energía disponible me invita a recogerme, reflexionar y mirar aún más dentro de mí. Porque después de siete meses, cierro un capítulo importante de mi vida, en el que se me ha regalado la oportunidad de revisar, repensar y renacer y porque me gusta compartir contigo lo que, quizá, te puede ayudar, hoy quiero contarte desde donde ya no puedo ni quiero vivir:

No puedo vivir desde el miedo a morir y tampoco puedo hacerlo desde el
miedo a vivir.

No puedo vivir defendiendome de los fantasmas mentales que una vez creí o me hicieron creer.

No puedo vivir luchando contra la vida porque cuando lo hago, estoy luchando contra mi.

No puedo defenderme porque no hay ataque. No puedo luchar porque no hay ninguna guerra que ganar.

El miedo nos hace creer que debemos defendernos de lo que somos, de nuestras emociones, de nuestras necesidades, de las experiencias y siempre oportunidades. El miedo nos lleva a ver la guerra en la propia vida. Vivimos sujetos a un miedo aterrador a morir, y lo que es peor, tenemos pánico a vivir.

Nos defendemos de la enfermedad y enfermamos, estamos en alerta constante porque hay que evitar, sea como sea, que volvamos a caer, nos defendemos de la comida y engordamos, nos defendemos de los demás y nos aislamos, nos defendemos de sentir lo que sentimos y lloramos, nos defendemos del placer de vivir porque nos autocastigamos.

Nos defendemos y le ponemos el cerrojo a la VIDA.

Solo tienes que preguntarte de qué o quién te defiendes, luchando, ocultándote, negándote y cerrándote, para después, si quieres, aprender a aceptar y poco a poco ir mostrándote, afirmándote, abriéndote y amándote.

Feliz presente.

Almudena Migueláñez